miércoles, 14 de mayo de 2008

El otro Bariloche



Veinte minutos es lo que tarda la confitería giratoria montada en la cima del cerro Otto en rotar sobre a sí misma. Durante este lapso, el turista abarca casi la totalidad de Bariloche, con sus lagos, montañas, valles e interminables extensiones de bosques. No en vano Ezequiel Bustillo soñó con crear aquí una Suiza argentina.
Pero de vez en cuando, mientras degusta una taza de chocolate caliente o una cerveza, la mirada de alguno de estos visitantes se posa sobre el mar de casillas de chapa y techos de zinc que se extienden a lo largo de la ex ruta 238, justo a la salida de la ciudad. Entonces, apuntando con el dedo le pregunta al mozo parado a su lado, “¿Y eso qué es?”, a lo que éste simplemente le responde, “El Alto”.
Emplazado sobre la Pampa de Huenuleo, una planicie comprendida entre el faldeo sur del Cerro Otto y el Cerro Ventana, El Alto se compone de unos cuarenta barrios, algunos de los cuales ni siquiera cuentan con el reconocimiento de la Municipalidad. Sí bien no existen estadísticas oficiales sobre su cantidad de habitantes, se estima que allí viven unas 35.000 personas, es decir, un tercio de la población total de la ciudad, de las cuales, la mitad vive en condiciones de indigencia.
“Aquí la gente sabe bien lo que es el frío, los ranchos son muy pobres. Cuando el viento sopla y la nieve se junta, acá las cosas se nos ponen bien fieras”, cuenta Don Cárdenas, y las arrugas de su piel curtida por el mismo viento que denuncia lo confirman. Con 74 años, su historia ilustra la de la mayoría de los vecinos de El Alto: el hambre y la pobreza que se vive en el interior de la provincia lo forzaron a migrar a Bariloche en busca de trabajo y un lugar digno donde vivir.
Mientras en el Cerro Catedral los esquiadores pagan $140 en alta temporada sólo por un pase diario, una familia carenciada de El Alto, como la de Maria Carmen Bonnfoi que vive con su esposo y una hija en el barrio de las 34 Hectáreas, puede comprar los víveres para diez días o abastecerse de leña para el mes. “La nieve que trae felicidad abajo, acá solo trae desgracia”, comenta María mientras trabaja en la cocina para los 32 abuelos que asisten al comedor contiguo a escuela Angelelli.
Pese a que desde el municipio se llevan a cabo diferentes planes de contingencia social, como asistencia económica, capacitación laboral y el denominado plan calor, por el cuál se les brinda leña a los habitantes de las barriadas más carenciadas, “la solución real a la problemática de los sectores más humildes va más allá de la posibilidades de la ciudad, es necesario un trabajo en conjunto con la provincia y la Nación”, afirma Silvia Escudero, directora del área de promoción social de la municipalidad de Bariloche.
Si bien hay varias organizaciones que colaboran en la zona, una de las más importantes es la Fundación Gente Nueva que trabaja allí desde principios de la década del ochenta. Una de sus miembros, Bibiana Alonso, cuenta que, “la falta de tierras es una de las temática que más afectan a los habitantes de esta parte de Bariloche”. El último censo del municipio arrojó que hay unas 33 tomas de terrenos, en los que, según la Federación de Tierras y Viviendas, viven más de 4.500 familias. Poco a poco, estos asentamientos comienzan a consolidarse en núcleos comunitarios y a organizarse para reclamar obras de infraestructura y reconocimiento por parte del municipio. Así nacen los barrios en El Alto.
“Hay que ser muy duro para vivir acá. Cuando vas a buscar trabajo y decís que sos de por acá arriba te miran mal, como si les fueras a robar o algo. Hay mucha discriminación y se te hace muy difícil si querés salir adelante”, comenta Nahuel, de 21 años, que lleno de orgullo se declara Mapuche y albañil de profesión.
Ante este panorama, no resulta extraño que los mayores índices de criminalidad se den entre los jóvenes. “¿Quién puede devolver la vida de todos los chicos que murieron durante estos últimos años por las peleas entre las patotas de los diferentes barrios?”, se pregunta Gustavo Genusso, presidente de la Fundación Gente Nueva. Así es el “otro Bariloche”, tan cercano del turístico, pero a la vez tan lejano.


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