sábado, 12 de agosto de 2017

Sobre las reiteradas venidas del Maestro
(CW tomo 4, Christ the Messenger)

El discípulo piensa que el Señor sólo puede manifestarse una vez. Ahí está todo el error. Dios se manifiesta a ti en el hombre. Pero a través de la naturaleza, lo que sucede una vez debe haber sucedido antes, y deberá suceder en el futuro. No hay nada en la naturaleza que no esté regido por la ley; y eso significa que lo que pasó una vez debe continuar y debió estar en el pasando.
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About the Master's repeated coming
 (CW Vol 4, Christ the Messenger)
The disciple thinks that the Lord can manifest Himself only once. There lies the whole mistake. God manifests Himself to you in man. But throughout nature, what happens once must have happened before, and must happen in future. There is nothing in nature which is not bound by law; and that means that whatever happens once must go on and must have been going on.

viernes, 11 de agosto de 2017

Sobre la justificación de los discípulos a su Maestro
(CW tomo 4, Christ the Messenger)

Y si tuviera veinte mil vidas (el Maestro), los entregaría a todos por el hombre más pobre del mundo. Si tuviera que ser torturado millones de veces por un millón de despreciados samaritanos, y si para cada uno de ellos el sacrificio de su propia vida fuera la única condición de salvación, habría dado su vida. Y todo esto sin desear que su nombre sea conocido ni siquiera por una sola persona. Silencioso, desconocido, silencioso, él mundo, justamente como trabaja el Señor. Ahora, ¿qué dirá el discípulo? Él le dirá usted puede ser un hombre perfecto, perfectamente altruista; pero a menos que le den crédito a nuestro maestro, a nuestro santo, esto no servirá de nada. ¿Por qué? ¿Cuál es el origen de toda esta superstición, esta ignorancia? El discípulo piensa que el Señor sólo puede manifestarse una vez.
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About the justification of the disciples to their Master                          
(CW vol 4, Christ the Messenger)

And if he (the Teacher)) had twenty thousand lives, he would give them all up for the poorest man in the world. If he had to be tortured millions of times for a million despised Samaritans, and if for each one of them the sacrifice of his own life would be the only condition of salvation, he would have given his life. And all this without wishing to have his name known even to a single person. Quiet, unknown, silent, would he world, just as the Lord works. Now, what would the disciple say? He will tell you that you may be a perfect man, perfectly unselfish; but unless you give the credit to our teacher, to our saint, it is of no avail. Why? What is the origin of this superstition, this ignorance? The disciple thinks that the Lord can manifest Himself only once.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Sobre el Mensajero y Sus enseñanzas
(CW tomo 4, Christ the Messenger)

Un punto más. Todos los maestros de la humanidad son desinteresados. Supongamos que Jesús de Nazaret estaba enseñando; y un hombre se le acerca y le dice: "Lo que enseñas es hermoso, yo creo que ese es el camino hacia la perfección, y estoy dispuesto a seguirlo, pero a mí no me importa adorarte como el Hijo unigénito de Dios". ¿Cuál sería la respuesta de Jesús de Nazaret? "Muy bien, hermano, sigue el ideal y avanza a tu manera, no me importa si me das crédito por mis enseñanzas o no, no soy comerciante, no negocio en religión.
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About the Messenger and His teachings
(CW vol 4, Christ the Messenger)

One more point. All the teachers of humanity are unselfish. Suppose Jesus of Nazareth was teaching; and a man came and told him, "What you teach is beautiful. I believe that it is the way to perfection, and I am ready to follow it; but I do not care to worship you as the only begotten Son of God." What would be the answer of Jesus of Nazareth? "Very well, brother, follow the ideal and advance in your own way. I do not care whether you give me the credit for the teaching or not. I am not a shopkeeper. I do not trade in religion.

viernes, 16 de junio de 2017

viernes, 1 de agosto de 2008

Ouro Preto





De ser el epicentro de una cultura que surgió y murió con el ciclo del oro, Ouro Preto devino tras la ruina y el olvido en un de los destinos turísticos mas concurridos de un Brasil en el que hay mucho más que playas y caipirinhas. Ubicada a 450 kilómetros de Río de Janeiro y a unos cien de Velho Horizonte, esta ciudad alberga uno de los cascos coloniales más ricos y mejor conservados de América Latina.

Los techos rojos de la ciudad trepan chillones por las empinadas laderas verdes de los morros de las sierra de Espinhaçao. Arriba, el cerro Itacolomí coronado por su rocoso promontorio completa la panorámica. En su trazado la ciudad refleja su estrepitoso y repentino crecimiento con edificios que parecieran construidos uno encima del otro y calles que se ramifican hasta el infinito formando un verdadero laberinto.
Sin embargo, bajo tanto caos subyace un orden. Desde cualquier óptica, siempre se impone la figura de alguna de sus trece iglesias. Legado nacido más de la culpa y la vanidad que de la caridad y el fervor religioso, estos templos encarnan el más exquisito estilo barroco y son el principal emblema de Ouro Preto. En sus altares y retablos, atesoran los escasos remanentes de todo el oro que se extrajo de las entrañas mismas de estas sierras.
Visitarla y perderse en esta ciudad considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, es un auténtico viaje en el tiempo. A cada paso que da, a la vuelta de cada esquina o al atravesar sus umbrales, el visitante va descubriendo las fascinantes historias que encierra esta ciudad, en la cual las leyendas y la realidad se entrelazan para forman una sola trama.

El sueño dorado

Su origen se remonta al final del sigo XVII cuando una partida de bandeirantes proveniente de San Pablo llegó a la región en búsqueda del mítico El Dorado. La historia cuenta que fue en el mismo valle del río Tiripui donde hoy se emplaza la ciudad, que estos hombres hallaron las primeras pepitas oscuras acusa de encontrarse cubiertas por una capa de óxido de hierro. De ahí el nombre de oro negro.
Lo que nació como un precario campamento minero no tardó en transformarse en un asentamiento y en menos de diez años en una ciudad de cincuenta mil habitantes. Aventureros y buscadores de fortuna de las principales ciudades de Brasil y Portugal llegaban todos los días atraídos por la promesa de una rápida fortuna.
Según relatan las crónicas, la fiebre del oro caló tan hondo en sus habitantes que en su pleno esplendor la ciudad llegó a padecer hambrunas causadas principalmente por que nadie en la región se encargaba de cultivar la tierra. Al igual que el rey Midas, sus moradores pronto descubrieron que el oro no se podía comer.
Pero la fama de la Villa Rica de Ouro Preto seguía extendiéndose por todo el viejo y nuevo mundo, llegada a ser conocida gracias al escritor Francisco de Brito como, “la Potosí del oro”. Aunque imposible de precisar la cifra exacta, se estima que en apenas un siglo los portugueses extrajeron de aquí solo, más oro que los españoles en el resto de América durante en todo el período colonial.

Recorriendo la historia

El corazón de la ciudad late en la Plaza Tiradentes desde la que lanzan como una tela de araña las calles en todas las direcciones, razón por la cual es el mejor lugar para empezar a recorrerla. Es importante contar con un calzado cómodo y estar dispuesto a caminar. Aunque las subidas muy empinadas y son capaces de quitarle el aire a más de un montañés, el esfuerzo siempre es bien recompensado.
En torno a la plaza, multitudes de turistas pululan por las veredas entrando y saliendo de los numerosos negocios, bares y hostels que se emplazan en las antiguas casonas. Opuestos en ambas cabeceras, dos edificios se yerguen silenciosos y soberbios ajenos a todo este movimiento. Se trata de las antiguas cede del poder colonial, el denominado Palacio de los Gobernadores, residencia de las autoridades; y el cabildo, con el ayuntamiento y la cárcel.
En el último, hoy se puede visitar un museo dedicado a la Inconfidencia Mineira, un movimiento independentista que hacia 1790 llevó a cabo la elite ouropretense liderados por un dentista, Jose da Silva Xavier, mejor conocido como el “Tiradentes”. Sí bien la confabulación revolucionaria fue rápidamente sofocada y la cabeza de da Silva no tardo en aparecer expuesta en una pica en centro de la actual plaza que hoy lleva su nombre, esta conspiración es considerada el primeros grito independentistas de Brasil.
Unas cuadras más abajo de la plaza en dirección al río, se encuentra el socavón de una antigua mina atribuida por los locales a “Chico Rei”, otro de los personajes mitológicos de esta ciudad. Cuenta su leyenda que éste era un monarca africano y que tras ser derrotado en una batalla fue vendido como esclavo junto con su pueblo. Su destinó habría sido esta mina en la que pronto sobresalió por su inteligencia y poderes “mágicos” para encontrar el oro.
Así, con el tiempo compró su libertad así coma la del resto de su tribu y a la muerte de su amo, Chico Rei heredó la mina de la cual siguió extrayendo oro hasta volverse rico. Con la fortuna acumulada se dice que construyó una de las iglesias más pintorescas de la ciudad la Santa Efigênia dos Pretos, el templo de los esclavos.
Si bien la historia fue una invención de los amos para mantener a sus esclavos trabajando y sumisos, visitar estos túneles ayuda a vislumbrar lo que a diario deben haber padecido vivían los cientos de miles de esclavos negros que a diario escarbaban esta tierra colorada mientras que arriba, los ricos habitantes de la ciudad dorada se daban a una fiesta interminable de derroche y lujo.

Barroco Mineiro

A pesar de que en Europa el barroco ya estaba en auge desde hacía más de un siglo, en Brasil su florecimiento fue se dio recién en el siglo XVIII, con ejemplos en las principales ciudades del país. Sin embargo, para apreciar la auténtica quintaesencia de este movimiento artístico hay que viajar a Ouro Preto y las demás ciudades históricas del estado de Minas Gerais.
El barroco mineiro, tal como se lo conoce a esta variante local, se caracteriza sobre todo por su arquitectura religiosa. Sus templos siempre se caracterizan por presentan exteriores sobrios y despojados; mientras que en sus interiores, simbolizando los esplendores del alma, están ricamente decorados. Un buen ejemplo de esto puede verse en la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción, la más importante de las trece de Ouro Preto, que en su retablo, coros y altar ostenta unos 434 kilos de oro.
Si bien la ciudad alumbró a grandes artistas, ninguno es más recordado que Antonio Francisco Lisboa mejor conocido como “Aleijadinho”, el tullidito. Mulato, hijo natural de un artesano portugués y su esclava negra, Lisboa se abrió camino a fuerza de genialidad en una sociedad blanca muy conservadora. Pero a la edad de cuarenta, el ascendente artista contrajo lepra, enfermedad que le ganó su apodo. Pero pese a todo, Aleijadinho siguió trabajando hasta el final de sus días.
El legado de este artista se encuentra disperso por toda la ciudad e incluso hay un museo dedicado a su persona. Su obra por excelencia es la Iglesia de San Francisco de Asis, donde se destaca el friso sobre la puerta de entrada en el que se ve al santo recibiendo sus estigmas. Además, es destacable su labor en los interiores con numerosas tallas de madera. Este templo es a menudo señalado como la cúspide del Barroco colonial.
Sin embargo, para ver la obra prima de Aleijadinho hay que trasladarse unos 60 kilómetros al hasta la localidad de Congonhas do Campo. Allí, el artista fue encargado de diseño el complejo de Bom Jesus de Matosinhos un verdadero parque temático del siglo XIX con más de 60 tallas de cedro en tamaño real que reproducen la pasión de Cristo. Pero si duda la obra más impresionante del complejo son las estatuas de los doce profetas emplazados en una escalinata que precede la Basílica. Según se narra, Lisboa las esculpió con las herramientas amarrados a sus muñones.

Renacimiento turístico

Tras el agotamiento del oro para principios del siglo XIX y el traslado de la capital estatal a Velho Horizonte la ciudad sufrió un éxodo masivo y por más de un siglo fue condenada al deterioro. Sin embargo, en los años cincuenta la ciudad fue redescubierta por el turismo y desde entonces se ha invertido mucho en su reconstrucción y preservación.
Hoy, la ciudad ofrece un gran abanico de alojamientos que van desde hoteles y posadas de alta categoría, hasta albergues de mochileros. A la hora de comer, también hay varias posibilidades y es más que aconsejable probar la excelente gastronomía mineira, con platos como el tute mineiro, una especie de feijoada o el Frango com Quiabo, un guisado de pollo y okra.
La zona también presenta varias opciones para los amantes de las caminatas. Con más de siete mil hectáreas, el Parque Estatal do Itacolomi, conjunto a la ciudad, ofrece numerosas cascadas y vistas panorámicas que le permiten conocer al visitante la naturaleza de las sierras en su estado más puro, tal y como lo vislumbraron aquellos bandeirantes hace cuatro siglos.
Por último, cabe resaltar la excelente orfebrería y joyería apoyadas en varios siglos de tradición y las materias primas de la región. Las mejores tiendas se emplazan en las cercanías de la plaza de Tiradentes y en algunas de ellas se puede encontrar el célebre topacio Imperial, una piedra semipreciosa exclusiva de Ouro Preto.

miércoles, 18 de junio de 2008

viernes, 23 de mayo de 2008

Cenizas en el paraíso





Hace dos años tuve la posibilidad de visitar futaleufú, más precisamente la zona de los lagos Espolón y las Rosas, ubicados a unos treinta kilómetros de este poblado chileno que hoy está evacuado por la erupción del volcán Chaitén. Allí, pude conocer algunas familias que viven tierra adentro, mucho más allá de donde llegan las rutas. Sin luz eléctrica, gas o agua corriente, aún se mueven a caballo por las antiguas sendas que faldean al cerro Teta y el valle del Lago Noroeste.
Dado que esta región de Chile está separada del resto del país, estas familias se encuentran todavía más aisladas, ya que toda ayuda debe provenir del lado Argentino. Si bien la orden del gobierno chileno es evacuar a todos los pobladores, muchos se resisten a abandonar sus animales. Pese al colchón de 15 centímetros de cenizas que cubre todo el suelo, muchos aún tienen esperanzas de poder salvar su ganado, pero la situación se hace cada vez más crítica.
Alec Byrne que viajó a la zona cuenta que, "las lluvias que comenzaron el jueves limpiaron al menos arboles y plantas lavándolas, pero el agua que cayó sobre las cenizas del suelo, no se escurre, ni se absorbe, sino que resbala por encima de ellas y al mojarlas las transforman en una especie de cemento".
Según cuenta, las lluvias llegaron a 120 mm en 2 días y provocaron grandes crecientes en ríos y arroyos. Encima el domingo amaneció con 30 cm de nieve, por lo que el panorama es todavía más incierto, ya que con la nieve y heladas, las cenizas quedaran en el suelo durante el invierno. En Futaleufú de los 2000 habitantes han quedado solo 300, y en su mayoría hombres que siguen trayendo sus tropas de ganado al pueblo, para sacarlos en camiones vía Argentina a Osorno. Se estima que la cantidad de animales suman 3000, pero recién el miércoles pasado pudieron salir a juntar sus vacas de los montes y cordilleras, debido a los vientos y la voladura de cenizas, que imposibilitaban la respiración y la visibilidad.
"El panorama es desolador e incierto, ya que el volcán sigue emanando cenizas y provocando lluvia ácida, asimismo con la nieve, que volteó arboles y ramas, techos de galpones. Todavía no ha comenzado la ayuda del gobierno, que se prevé para esta semana. Si bien el ejército argentino ha instalado una planta potabilizadora, la ayuda no basta", continúa Byrne.
Las primeras poblaciones que se establecieron en esta zona a principios del siglo pasado al tiempo que surgió una incipiente industria maderera. Los diferentes aserraderos que se instalaron destinaban su producción de tablas casi exclusivamente a abastecer a las nacientes ciudades de Esquel y Trévelin.A mediados de los 40, una intensa sequía veraniega y un raleo de monte que se fue de las manos, fueron los ingredientes que desencadenaron uno de los incendios más grandes que sufrió la región. Los viejos de los pueblos hablan de que el fuego duro semanas y redujo a cenizas hectáreas y hectáreas de bosques.
Con el tiempo, los claros que dejó la devastación reverdecieron y los sectores de bosques que sobrevivieron comenzaron a regenerarse. Desde entonces, los descendientes de estos primeros colonos se dedicaron a la cría de animales. Los mismos por los que hoy, casi un siglo después, se niegan a abandonar estas tierras.