viernes, 1 de agosto de 2008

Ouro Preto





De ser el epicentro de una cultura que surgió y murió con el ciclo del oro, Ouro Preto devino tras la ruina y el olvido en un de los destinos turísticos mas concurridos de un Brasil en el que hay mucho más que playas y caipirinhas. Ubicada a 450 kilómetros de Río de Janeiro y a unos cien de Velho Horizonte, esta ciudad alberga uno de los cascos coloniales más ricos y mejor conservados de América Latina.

Los techos rojos de la ciudad trepan chillones por las empinadas laderas verdes de los morros de las sierra de Espinhaçao. Arriba, el cerro Itacolomí coronado por su rocoso promontorio completa la panorámica. En su trazado la ciudad refleja su estrepitoso y repentino crecimiento con edificios que parecieran construidos uno encima del otro y calles que se ramifican hasta el infinito formando un verdadero laberinto.
Sin embargo, bajo tanto caos subyace un orden. Desde cualquier óptica, siempre se impone la figura de alguna de sus trece iglesias. Legado nacido más de la culpa y la vanidad que de la caridad y el fervor religioso, estos templos encarnan el más exquisito estilo barroco y son el principal emblema de Ouro Preto. En sus altares y retablos, atesoran los escasos remanentes de todo el oro que se extrajo de las entrañas mismas de estas sierras.
Visitarla y perderse en esta ciudad considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, es un auténtico viaje en el tiempo. A cada paso que da, a la vuelta de cada esquina o al atravesar sus umbrales, el visitante va descubriendo las fascinantes historias que encierra esta ciudad, en la cual las leyendas y la realidad se entrelazan para forman una sola trama.

El sueño dorado

Su origen se remonta al final del sigo XVII cuando una partida de bandeirantes proveniente de San Pablo llegó a la región en búsqueda del mítico El Dorado. La historia cuenta que fue en el mismo valle del río Tiripui donde hoy se emplaza la ciudad, que estos hombres hallaron las primeras pepitas oscuras acusa de encontrarse cubiertas por una capa de óxido de hierro. De ahí el nombre de oro negro.
Lo que nació como un precario campamento minero no tardó en transformarse en un asentamiento y en menos de diez años en una ciudad de cincuenta mil habitantes. Aventureros y buscadores de fortuna de las principales ciudades de Brasil y Portugal llegaban todos los días atraídos por la promesa de una rápida fortuna.
Según relatan las crónicas, la fiebre del oro caló tan hondo en sus habitantes que en su pleno esplendor la ciudad llegó a padecer hambrunas causadas principalmente por que nadie en la región se encargaba de cultivar la tierra. Al igual que el rey Midas, sus moradores pronto descubrieron que el oro no se podía comer.
Pero la fama de la Villa Rica de Ouro Preto seguía extendiéndose por todo el viejo y nuevo mundo, llegada a ser conocida gracias al escritor Francisco de Brito como, “la Potosí del oro”. Aunque imposible de precisar la cifra exacta, se estima que en apenas un siglo los portugueses extrajeron de aquí solo, más oro que los españoles en el resto de América durante en todo el período colonial.

Recorriendo la historia

El corazón de la ciudad late en la Plaza Tiradentes desde la que lanzan como una tela de araña las calles en todas las direcciones, razón por la cual es el mejor lugar para empezar a recorrerla. Es importante contar con un calzado cómodo y estar dispuesto a caminar. Aunque las subidas muy empinadas y son capaces de quitarle el aire a más de un montañés, el esfuerzo siempre es bien recompensado.
En torno a la plaza, multitudes de turistas pululan por las veredas entrando y saliendo de los numerosos negocios, bares y hostels que se emplazan en las antiguas casonas. Opuestos en ambas cabeceras, dos edificios se yerguen silenciosos y soberbios ajenos a todo este movimiento. Se trata de las antiguas cede del poder colonial, el denominado Palacio de los Gobernadores, residencia de las autoridades; y el cabildo, con el ayuntamiento y la cárcel.
En el último, hoy se puede visitar un museo dedicado a la Inconfidencia Mineira, un movimiento independentista que hacia 1790 llevó a cabo la elite ouropretense liderados por un dentista, Jose da Silva Xavier, mejor conocido como el “Tiradentes”. Sí bien la confabulación revolucionaria fue rápidamente sofocada y la cabeza de da Silva no tardo en aparecer expuesta en una pica en centro de la actual plaza que hoy lleva su nombre, esta conspiración es considerada el primeros grito independentistas de Brasil.
Unas cuadras más abajo de la plaza en dirección al río, se encuentra el socavón de una antigua mina atribuida por los locales a “Chico Rei”, otro de los personajes mitológicos de esta ciudad. Cuenta su leyenda que éste era un monarca africano y que tras ser derrotado en una batalla fue vendido como esclavo junto con su pueblo. Su destinó habría sido esta mina en la que pronto sobresalió por su inteligencia y poderes “mágicos” para encontrar el oro.
Así, con el tiempo compró su libertad así coma la del resto de su tribu y a la muerte de su amo, Chico Rei heredó la mina de la cual siguió extrayendo oro hasta volverse rico. Con la fortuna acumulada se dice que construyó una de las iglesias más pintorescas de la ciudad la Santa Efigênia dos Pretos, el templo de los esclavos.
Si bien la historia fue una invención de los amos para mantener a sus esclavos trabajando y sumisos, visitar estos túneles ayuda a vislumbrar lo que a diario deben haber padecido vivían los cientos de miles de esclavos negros que a diario escarbaban esta tierra colorada mientras que arriba, los ricos habitantes de la ciudad dorada se daban a una fiesta interminable de derroche y lujo.

Barroco Mineiro

A pesar de que en Europa el barroco ya estaba en auge desde hacía más de un siglo, en Brasil su florecimiento fue se dio recién en el siglo XVIII, con ejemplos en las principales ciudades del país. Sin embargo, para apreciar la auténtica quintaesencia de este movimiento artístico hay que viajar a Ouro Preto y las demás ciudades históricas del estado de Minas Gerais.
El barroco mineiro, tal como se lo conoce a esta variante local, se caracteriza sobre todo por su arquitectura religiosa. Sus templos siempre se caracterizan por presentan exteriores sobrios y despojados; mientras que en sus interiores, simbolizando los esplendores del alma, están ricamente decorados. Un buen ejemplo de esto puede verse en la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción, la más importante de las trece de Ouro Preto, que en su retablo, coros y altar ostenta unos 434 kilos de oro.
Si bien la ciudad alumbró a grandes artistas, ninguno es más recordado que Antonio Francisco Lisboa mejor conocido como “Aleijadinho”, el tullidito. Mulato, hijo natural de un artesano portugués y su esclava negra, Lisboa se abrió camino a fuerza de genialidad en una sociedad blanca muy conservadora. Pero a la edad de cuarenta, el ascendente artista contrajo lepra, enfermedad que le ganó su apodo. Pero pese a todo, Aleijadinho siguió trabajando hasta el final de sus días.
El legado de este artista se encuentra disperso por toda la ciudad e incluso hay un museo dedicado a su persona. Su obra por excelencia es la Iglesia de San Francisco de Asis, donde se destaca el friso sobre la puerta de entrada en el que se ve al santo recibiendo sus estigmas. Además, es destacable su labor en los interiores con numerosas tallas de madera. Este templo es a menudo señalado como la cúspide del Barroco colonial.
Sin embargo, para ver la obra prima de Aleijadinho hay que trasladarse unos 60 kilómetros al hasta la localidad de Congonhas do Campo. Allí, el artista fue encargado de diseño el complejo de Bom Jesus de Matosinhos un verdadero parque temático del siglo XIX con más de 60 tallas de cedro en tamaño real que reproducen la pasión de Cristo. Pero si duda la obra más impresionante del complejo son las estatuas de los doce profetas emplazados en una escalinata que precede la Basílica. Según se narra, Lisboa las esculpió con las herramientas amarrados a sus muñones.

Renacimiento turístico

Tras el agotamiento del oro para principios del siglo XIX y el traslado de la capital estatal a Velho Horizonte la ciudad sufrió un éxodo masivo y por más de un siglo fue condenada al deterioro. Sin embargo, en los años cincuenta la ciudad fue redescubierta por el turismo y desde entonces se ha invertido mucho en su reconstrucción y preservación.
Hoy, la ciudad ofrece un gran abanico de alojamientos que van desde hoteles y posadas de alta categoría, hasta albergues de mochileros. A la hora de comer, también hay varias posibilidades y es más que aconsejable probar la excelente gastronomía mineira, con platos como el tute mineiro, una especie de feijoada o el Frango com Quiabo, un guisado de pollo y okra.
La zona también presenta varias opciones para los amantes de las caminatas. Con más de siete mil hectáreas, el Parque Estatal do Itacolomi, conjunto a la ciudad, ofrece numerosas cascadas y vistas panorámicas que le permiten conocer al visitante la naturaleza de las sierras en su estado más puro, tal y como lo vislumbraron aquellos bandeirantes hace cuatro siglos.
Por último, cabe resaltar la excelente orfebrería y joyería apoyadas en varios siglos de tradición y las materias primas de la región. Las mejores tiendas se emplazan en las cercanías de la plaza de Tiradentes y en algunas de ellas se puede encontrar el célebre topacio Imperial, una piedra semipreciosa exclusiva de Ouro Preto.

miércoles, 18 de junio de 2008

viernes, 23 de mayo de 2008

Cenizas en el paraíso





Hace dos años tuve la posibilidad de visitar futaleufú, más precisamente la zona de los lagos Espolón y las Rosas, ubicados a unos treinta kilómetros de este poblado chileno que hoy está evacuado por la erupción del volcán Chaitén. Allí, pude conocer algunas familias que viven tierra adentro, mucho más allá de donde llegan las rutas. Sin luz eléctrica, gas o agua corriente, aún se mueven a caballo por las antiguas sendas que faldean al cerro Teta y el valle del Lago Noroeste.
Dado que esta región de Chile está separada del resto del país, estas familias se encuentran todavía más aisladas, ya que toda ayuda debe provenir del lado Argentino. Si bien la orden del gobierno chileno es evacuar a todos los pobladores, muchos se resisten a abandonar sus animales. Pese al colchón de 15 centímetros de cenizas que cubre todo el suelo, muchos aún tienen esperanzas de poder salvar su ganado, pero la situación se hace cada vez más crítica.
Alec Byrne que viajó a la zona cuenta que, "las lluvias que comenzaron el jueves limpiaron al menos arboles y plantas lavándolas, pero el agua que cayó sobre las cenizas del suelo, no se escurre, ni se absorbe, sino que resbala por encima de ellas y al mojarlas las transforman en una especie de cemento".
Según cuenta, las lluvias llegaron a 120 mm en 2 días y provocaron grandes crecientes en ríos y arroyos. Encima el domingo amaneció con 30 cm de nieve, por lo que el panorama es todavía más incierto, ya que con la nieve y heladas, las cenizas quedaran en el suelo durante el invierno. En Futaleufú de los 2000 habitantes han quedado solo 300, y en su mayoría hombres que siguen trayendo sus tropas de ganado al pueblo, para sacarlos en camiones vía Argentina a Osorno. Se estima que la cantidad de animales suman 3000, pero recién el miércoles pasado pudieron salir a juntar sus vacas de los montes y cordilleras, debido a los vientos y la voladura de cenizas, que imposibilitaban la respiración y la visibilidad.
"El panorama es desolador e incierto, ya que el volcán sigue emanando cenizas y provocando lluvia ácida, asimismo con la nieve, que volteó arboles y ramas, techos de galpones. Todavía no ha comenzado la ayuda del gobierno, que se prevé para esta semana. Si bien el ejército argentino ha instalado una planta potabilizadora, la ayuda no basta", continúa Byrne.
Las primeras poblaciones que se establecieron en esta zona a principios del siglo pasado al tiempo que surgió una incipiente industria maderera. Los diferentes aserraderos que se instalaron destinaban su producción de tablas casi exclusivamente a abastecer a las nacientes ciudades de Esquel y Trévelin.A mediados de los 40, una intensa sequía veraniega y un raleo de monte que se fue de las manos, fueron los ingredientes que desencadenaron uno de los incendios más grandes que sufrió la región. Los viejos de los pueblos hablan de que el fuego duro semanas y redujo a cenizas hectáreas y hectáreas de bosques.
Con el tiempo, los claros que dejó la devastación reverdecieron y los sectores de bosques que sobrevivieron comenzaron a regenerarse. Desde entonces, los descendientes de estos primeros colonos se dedicaron a la cría de animales. Los mismos por los que hoy, casi un siglo después, se niegan a abandonar estas tierras.

Holtel Gondolín

El hotel Gondolín es el hogar de unas 30 travestis, venidas en su mayoría del interior, que viven en un viejo hotel recuperado que ellas mismas administran y mantienen. Este mini documental fue realizado en 2007 con fines académicos para la cátedra de Televisión II de la Maestría de Periodismo de la Universidad de San Andrés y el Grupo Clarín.

Bañado de la Estrella





Ubicado a 45 kilómetros de la ciudad de Las Lomitas, al el oeste de la provincia de Formosa, en medio de la seca vegetación del monte formoseño occidental se encuentra un oasis verde conocido como el Bañado de la Estrella. Aunque es prácticamente desconocido a nivel turístico, sus 400.000 hectáreas de superficie lo convierten en el tercer humedal más importante del continente luego de los Esteros del Iberá y el Pantanal de Brasil.
El bañado se originó por los desbordes del Río Pilcomayo que comenzaron en 1940 y se intensificaron a partir del 1966. Así, en el lapso de 60 años el bosque semiárido se transformó en un medio ambiente húmedo, propio de las zonas subtropicales, lo que permitió que la flora y la fauna proliferaran de una manera singular.
En un primer momento el desborde del río causó la muerte del antiguo monte compuesto por quebrachos colorados y blancos, palo santos y algarrobos. Pero dada la dureza de estas maderas, los trocos permanecieron en pie y con el tiempo fueron cubrieron por densas enredaderas que los lugareños llaman chámpales. La visión de estas extrañas figuras parece salida de la fantasía del más prodigioso escritor de cuentos de hadas.
Sí bien la dinámica del bañado lo lleva a crecer todos los veranos en enero para luego retraerse a finales de julio, hay grandes zonas que permanecen inundadas durante todo el año. Este gigantesco espejo de agua es tan cristalino que deja entrever, entre los camalotes de plantas acuáticas que flotan a la deriva, cardúmenes de sábalos y pirañas que nadan tranquilos en el fondo.La vida animal encuentra aquí un verdadero santuario para una gran diversidad de especies. No resulta raro sorprender a los yacarés y a las curiyús, una especie de boa que puede alcanzar los cuatro metros de largo, tendidos en las arcillosas costas tomando sol.
También es posible toparse con lobitos de río, vizcachas, carpinchos, y con algo de suerte, con algún oso hormiguero.Pero son los pájaros quienes verdaderamente reinan en el bañado. Se estima que en Formosa hay unas 362 especies de aves, de las cuales más de la mitad han podido ser divisadas en el área del humedal. Los graznidos de las garzas, cigüeñas, patos sirirí, mbiguá y jabirús, son los únicos sonidos que rompen el omnipresente silencio.
Hay dos momentos mágicos en el Bañado de la Estrella, el amanecer y el atardecer. Entonces, al son del croar de millones de ranas, el cielo se enciende poco a poco de colorados y naranjas, que con furia recortan en contraluz las caprichosas siluetas de los champáles.
El acceso al bañado es a través de la RP 28 que atraviesa longitudinalmente el bañado de norte a sur. A la hora de recorrerlo, existen varias alternativas dependiendo de la época del año. Cuando el bañado se retira en el invierno, es posible recorrer algunas de sus áreas a pie o a caballo. Pero la mejor forma de conocerlo es navegando, ya que desde el agua hay más probabilidades de observar animales.
Existe también la posibilidad de realizar sobrevuelos en avionetas que salen desde el aeroclub de Formosa. Sí bien es un tanto más costoso, poder contemplar el bañado desde el aire en toda su magnitud y colorido es una experiencia más que aconsejable.

Cervezas del sur


Si bien desde los inicios de la industria cervecera nacional El Bolsón se posicionó como una de las zonas por excelencia para la producción de lúpulo, es en la actualidad que la denominada Región de los Lagos vive un verdadero boom de la cerveza artesanal. Es así que desde San Martín de los Andes pasando por Bariloche hasta llegara a El Bolsón, las micro fábricas de cerveza y brew pubs brotan por doquier como hongos tras la lluvia.
Pese a que la tradición cervecera en la zona se remonta a la colonización galesa del Chubut y se enriquece luego con la llegada de los inmigrantes alemanes, no fue hasta hace unos veinte años atrás que un puñado de productores salieron al mercado, impelidos por las bondades de la región: por un lado, la disponibilidad de materias primas y el agua de deshielo con el ph adecuado; por el otro, el clima frío y seco de montaña, ideal para la producción con el método Ale.
Para averiguar un poco más sobre esta tendencia conversamos con Jorge Migolla, Brew Master y propietario del primer Brew Pub del país, la cervecería Blest en Bariloche. "Creo que hay tres razones que explican este fenómeno. En primer lugar, durante los noventa se incrementó muchísimo el consumo de cerveza y la importación permitió al público conocer diferentes marcas y estilos. Al mismo tiempo, con el advenimiento de Internet los productores tuvieron un mayor acceso a la información para fabricar cerveza. Cuando nosotros comenzamos en el 89 prácticamente no había bibliografía al respecto, por lo que tuvimos que experimentar mucho y desarrollar nuestros propios procesos. Por último, la devaluación del 2002 favoreció la producción y atrajo más turismo a la región; sobre todo europeos, entusiastas de la cerveza."

Artesanal vrs. Industrial

La cerveza es una bebida alcohólica primaria y aunque puede ser elaborar a partir de la fermentación de cualquier cereal, en 1516 el duque Guillermo IV de Baviera estableció que sólo se utilizara agua, malta de cebada y lúpulo para su fabricación. Es así que nace la cerveza tal como hoy la conocemos.Esta es la norma a la que se ajustan los productores artesanales, algo imposible para la mayoría de las cervezas industriales que por razones de costos, muchas veces utilizan cereales adjuntos, como arroz partido y maíz; conservantes químicos y agentes espumantes añadidos."
Otro factor que diferencia a la cerveza artesanal de la industrial –cuenta Jorge Migolla- son los tiempo de producción. Generalmente la artesanal utiliza tiempos de maduración más prolongados para favorecer la segunda fermentación y el desarrollo adecuado de gustos y aromas. Además, las micro fábricas de cerveza son más versátiles permitiendo trabajar a diferentes temperaturas, presiones y con distintas materias primas. De esta forma, se pueden reproducir una amplia gama de etilos tradicionales, algo que a gran escala resultaría poco rentable."

Brew Pubs
A pesar de que en la zona hay alrededor de un centenar de productores, la mayoría no cuenta con el equipamiento necesario, por lo que no pueden asegurar una producción constante en el tiempo. Sin embargo, cada vez hay más artesanos que logran altos estándares de calidad.Entre los Brew pubs que más se destacan figuran la cervecería Blest ubicada frente al Nahuel Huapí a once kilómetros del centro de Bariloche. Allí se pueden degustar cinco estilos: Pilsen, Bock, Stout, Red Ale, y una rareza, de frambuesa. Esta última evoca una antigua receta Belga pero adaptado al gusto local aprovechando las materias primas disponibles en la región.
Si bien su especialidad es la cerveza tirada, al momento embotella tres variedades, además de proveer a los hoteles Llao Llao y Tunquelén.A la hora de comer, la cocina de Blest ofrece una amplia gama de posibilidades para maridar con sus diferentes estilos de cerveza. Cabe destacar las combinaciones de la Red Ale con la “tabla de ahumados patagónicos” o el “Spatzle con goulash”; la de la Stout con el “Dublin coddle” o los “Pot pies de cordero con almendras”; y para los postres de chocolate, la cerveza frambuesa.
Justo al lado, a unos cien metros, se encuentra Berlina, de los hermanos Guido, Franco y Bruno Ferrari. Esta cervecería especializada en Ales cuenta en su carta con diez estilos: Kölsch, Wheat Ale, Stout, Alt Bier, Indian Pale Ale, Raüch Bier, Munich Bier, Cream Bitter Ale y Brown Mild Ale. Entre sus propuestas gastronómicas se recomienda para la entrada la “chicken salad” o el “pañuelo hindú” acompañado por una Indian Pale Ale; y para el plato principal el “bife a la Wellington” o el “Pollo Stout” para combinar con la Stout o la Brown Mild Ale.
Unos cinco kilómetros en dirección a la ciudad se encuentra La Cruz, inaugurada en el 2002 en un viejo almacén de ramos generales. Si bien su carta varía con la estación, fabrica nueve tipos: Pale Ale, Indian Pale Ale, Scottish Ale, Porter, Stout, Barley Wine, Scotch Ale, Special Bitter Ale, Brown Old Ale y Cream Ale. Con una cocina especializada en tapas, es una buena opción para tomar un aperitivo al atardecer.
Ya en el centro de Bariloche, hay varios pubs y restaurantes donde pueden degustarse estas cervezas tiradas de barril como Pilgrims, Wilkenny, Qu Ve y La Casita Suiza. Y desde principios del año pasado, se sumó a la escena cervecera local la marplatense Antares con su propia sucursal.

En Botella

Aunque la mejor forma de degustar la cerveza artesanal es en un Brew Hause, en muchas localidades al no contar con una masa de visitantes que les permita subsistir durante todo el año, muchos productores se ven obligados a embotellar y apostar a una cadena de distribución.Tal es el caso de la cervecería Sur Patagónica elaborada en San Martín de Los Andes por Jorge M. Klimenko. Este emprendimiento cuenta hasta el momento con tres variedades: rubia estilo Ale, negra tipo Porter y una Red Ale estilo escocés. Considerados líderes en la provincia de Neuquén, cuentan con una cartera de clientes de más de 100 bares y restaurantes.
Más al sur, entre los 35 productores autorizados que se cuentan en El Bolsón y alrededores, esta tendencia es la que reina. De entre estos se destacan: Araucana por su Red Ale; Cerveza Piltri, por su variedad de Porter; y la cerveza rubia de Ilegales. Otras marcas que vale la pena probar son Tres Puentes, Nelly, Vikinga, Rupestre, Cavall de Foc y Pilker. Estas pueden conseguirse embotelladas en los almacenes y restaurantes de la región, así como degustarlas en sus propios stands de la feria de los sábados.
Pero es sin dudas, la cerveza El Bolsón de Juan Carlos Bahlaj, la que se lleva todas las palmas, tanto por su trayectoria e infraestructura como por su continuos lanzamientos. En total cuenta con unos quince estilos diferentes, entre los que se cuentan varios tipos rubias, negras, de trigo, frutadas y una línea exclusiva para celíacos. Sí bien posee su propio Brew Pub emplazado a la entrada del pueblo, su fuerte es la venta de botellas y barriles, los cuales pueden encontrarse en varios puntos del país.

miércoles, 14 de mayo de 2008

El otro Bariloche



Veinte minutos es lo que tarda la confitería giratoria montada en la cima del cerro Otto en rotar sobre a sí misma. Durante este lapso, el turista abarca casi la totalidad de Bariloche, con sus lagos, montañas, valles e interminables extensiones de bosques. No en vano Ezequiel Bustillo soñó con crear aquí una Suiza argentina.
Pero de vez en cuando, mientras degusta una taza de chocolate caliente o una cerveza, la mirada de alguno de estos visitantes se posa sobre el mar de casillas de chapa y techos de zinc que se extienden a lo largo de la ex ruta 238, justo a la salida de la ciudad. Entonces, apuntando con el dedo le pregunta al mozo parado a su lado, “¿Y eso qué es?”, a lo que éste simplemente le responde, “El Alto”.
Emplazado sobre la Pampa de Huenuleo, una planicie comprendida entre el faldeo sur del Cerro Otto y el Cerro Ventana, El Alto se compone de unos cuarenta barrios, algunos de los cuales ni siquiera cuentan con el reconocimiento de la Municipalidad. Sí bien no existen estadísticas oficiales sobre su cantidad de habitantes, se estima que allí viven unas 35.000 personas, es decir, un tercio de la población total de la ciudad, de las cuales, la mitad vive en condiciones de indigencia.
“Aquí la gente sabe bien lo que es el frío, los ranchos son muy pobres. Cuando el viento sopla y la nieve se junta, acá las cosas se nos ponen bien fieras”, cuenta Don Cárdenas, y las arrugas de su piel curtida por el mismo viento que denuncia lo confirman. Con 74 años, su historia ilustra la de la mayoría de los vecinos de El Alto: el hambre y la pobreza que se vive en el interior de la provincia lo forzaron a migrar a Bariloche en busca de trabajo y un lugar digno donde vivir.
Mientras en el Cerro Catedral los esquiadores pagan $140 en alta temporada sólo por un pase diario, una familia carenciada de El Alto, como la de Maria Carmen Bonnfoi que vive con su esposo y una hija en el barrio de las 34 Hectáreas, puede comprar los víveres para diez días o abastecerse de leña para el mes. “La nieve que trae felicidad abajo, acá solo trae desgracia”, comenta María mientras trabaja en la cocina para los 32 abuelos que asisten al comedor contiguo a escuela Angelelli.
Pese a que desde el municipio se llevan a cabo diferentes planes de contingencia social, como asistencia económica, capacitación laboral y el denominado plan calor, por el cuál se les brinda leña a los habitantes de las barriadas más carenciadas, “la solución real a la problemática de los sectores más humildes va más allá de la posibilidades de la ciudad, es necesario un trabajo en conjunto con la provincia y la Nación”, afirma Silvia Escudero, directora del área de promoción social de la municipalidad de Bariloche.
Si bien hay varias organizaciones que colaboran en la zona, una de las más importantes es la Fundación Gente Nueva que trabaja allí desde principios de la década del ochenta. Una de sus miembros, Bibiana Alonso, cuenta que, “la falta de tierras es una de las temática que más afectan a los habitantes de esta parte de Bariloche”. El último censo del municipio arrojó que hay unas 33 tomas de terrenos, en los que, según la Federación de Tierras y Viviendas, viven más de 4.500 familias. Poco a poco, estos asentamientos comienzan a consolidarse en núcleos comunitarios y a organizarse para reclamar obras de infraestructura y reconocimiento por parte del municipio. Así nacen los barrios en El Alto.
“Hay que ser muy duro para vivir acá. Cuando vas a buscar trabajo y decís que sos de por acá arriba te miran mal, como si les fueras a robar o algo. Hay mucha discriminación y se te hace muy difícil si querés salir adelante”, comenta Nahuel, de 21 años, que lleno de orgullo se declara Mapuche y albañil de profesión.
Ante este panorama, no resulta extraño que los mayores índices de criminalidad se den entre los jóvenes. “¿Quién puede devolver la vida de todos los chicos que murieron durante estos últimos años por las peleas entre las patotas de los diferentes barrios?”, se pregunta Gustavo Genusso, presidente de la Fundación Gente Nueva. Así es el “otro Bariloche”, tan cercano del turístico, pero a la vez tan lejano.